Territorio
Su particular flora y fauna convierten a este espacio en una importante reserva de biodiversidad.
La Ría de Villaviciosa se encuentra íntegramente en el concejo del mismo nombre, situado en la franja costera central de Asturias. Es uno de los estuarios (valles fluviales inundados por aguas marinas) mejor conservados de la costa asturiana pues, a diferencia de otros, no ha sido degradado por el desarrollo urbano o industrial.
Esta ría se caracteriza por el pequeño aporte de aguas fluviales frente al de las marinas. Su cuenca está compuesta por pequeños ríos costeros, entre los que cabe destacar el Llinares, que la nutre por el Sur, y los ríos Sebrayu y Fompalaín, que lo hacen por el Este.
Las condiciones ambientales del estuario derivan de esta gran influencia marina: elevada salinidad del agua, inundaciones periódicas debidas a la marea e intensa sedimentación. Todo ello condiciona su particular flora y fauna, que convierten a este espacio en una importante reserva de biodiversidad.
Debido a estas especiales condiciones ambientales en 1995 el Gobierno Regional declaró este espacio Reserva Natural Parcial. Las más de 1.000 hectáreas protegidas incluyen el estuario y los terrenos contiguos, estando sus límites están definidos por las carreteras que recorren ambas márgenes de la Ría.
A nivel europeo también se ha reconocido el valor ambiental de este estuario con su declaración como Zona de Especial Conservación y Zona de Especial Protección para las Aves, pasando a formar parte de la Red Natura 2000, con la que se pretende proteger el patrimonio natural europeo.
Además, la Ría de Villaviciosa está incluido en la lista del Convenio de Ramsar, relativo a humedales de importancia internacional, que incluye las zonas húmedas más importantes del mundo desde el punto de vista de su interés ecológico y para la conservación de la biodiversidad.
En la carretera que discurre desde Villaviciosa hasta El Puntal se encuentra el Centro Interpretación de la Reserva, que alberga una exposición permanente en la que destacan los valores naturales y culturales del área protegida. En él, los visitantes pueden recabar información sobre el entorno, como sus rutas y senderos, la normativa asociada y los datos necesarios para disfrutar al máximo de su paso por este bello paraje asturiano.
Origen
El origen de la Ría se remonta al último periodo glacial, en el que la congelación de las aguas hizo que el mar se retirase.
Este territorio fue un fondo marino durante la mayor parte de la historia geológica. Prueba de ello son los afloramientos jurásicos, de roca caliza, en los que abundan fósiles de especies marinas de aquella época, como los amonites y los belemnites. En sus cercanías se encuentran huellas fósiles (icnitas) de dinosaurios, también de la época jurásica.
El origen de la ría se remonta al último periodo glacial, en el que la congelación de las aguas hizo que el mar se retirase. En aquella época las temperaturas eran menos extremas y las abundantes lluvias nutrían un caudaloso río que excavó el valle profundamente. Una vez pasadas las glaciaciones el deshielo trasladó la línea de costa varios kilómetros tierra adentro para retirarse después, poco a poco, hasta su nivel actual.
La vida vegetal
La vegetación de marisma no es muy diversa, pues la elevada salinidad produce efectos dañinos en las plantas.
Sin duda uno los valores más destacados de la Ría de Villaviciosa es su vegetación. Este espacio, por sus peculiares condiciones ambientales, da cobijo a especies de gran singularidad y amenazadas a nivel mundial por la degradación de este tipo hábitats.
En la zona más cercana a la desembocadura se desarrolla la vegetación de marisma. La flora aquí no es muy diversa, pues la elevada salinidad produce efectos dañinos en las plantas: deshidratación y toxicidad. Pese a lo duro de estas condiciones, las especies adaptadas presentan una gran productividad, dada la riqueza de nutrientes de estos suelos. En la zona constantemente inundada crecen las sedas de mar, plantas que por su aspecto son difíciles de diferenciar de las algas con las que conviven. En zonas algo más elevadas, que quedan al descubierto en bajamar, se forman praderas de hierbas adaptadas a estas duras condiciones, como la hierba salada y la sosa de las salinas. En llanuras más altas y estables se instalan, según las características del suelo y la inundación de la marea, plantas de mayor porte, como la sosa prima y el salicor duro. Entre ellas crecen plantas de vida corta, como las salicornias.
En las zonas más alejadas de la desembocadura se desarrollan los marjales, densas praderas de carrizos, juncos y otras plantas adaptadas al encharcamiento constante de sus raíces. Gran parte de los marjales han sido desecados y convertidos en campos de cultivo. Estos terrenos, denominados porreos, han mantenido una fuerte tendencia al encharcamiento y, aunque las modificaciones supusieron un cambio trascendental de los marjales, ciertas plantas y animales han conseguido adaptarse, creando un interesante mosaico donde conviven especies domésticas y silvestres.
En las playas, se encuentran los restos de lo que anteriormente fue un gran campo dunar. En ellos la especie más abundante es el barrón, acompañado de otras especies como el cardo marino y la correhuela.
La vida animal
Por su estratégica situación, la Ría es un lugar de importancia para el descanso de miles de aves acuáticas durante la migración e invernada.
La variedad de ambientes en la ría, unido a la abundancia de alimento, permite una abundante y diversa vida animal.
La gran cantidad de partículas orgánicas que el agua va depositando en la Ría mantiene una gran población de invertebrados. Entre los más comunes se encuentran especies como el berberecho, la xorra y la almeja fina. Se trata de especies marinas que al bajar la marea se entierran en el fondo para evitar la desecación. Esta abundancia de invertebrados constituye el alimento de una gran variedad de peces y aves. Se encuentran en la ría una treintena de especies de peces, en su mayoría de hábitos costeros que, por lo general, no alcanzan zonas muy alejadas de la desembocadura. La lubina y el sargo son dos de las especies más apreciadas por los pescadores.
Por su estratégica situación, la Ría es un lugar de vital importancia para el descanso de miles de aves acuáticas durante la migración e invernada. Aquí encuentran el alimento que necesitan para continuar con su agotadora travesía, así como refugio para afrontar los rigores invernales. Pero las llanuras fangosas son, sobre todo, el territorio de las aves limícolas. Estas aves recorren los suelos poco compactos de la marisma, rebuscando invertebrados de los que alimentarse durante la bajamar. Zarapitos, archibebes, chorlitos, correlimos y ostreros son algunos de los limícolas más abundantes en la Ría. También acuden aves pescadoras, tanto continentales, como el zampullín chico, el somormujo lavanco o el cormorán grande, como marinas, entre las que destacan varias especies de gaviotas, el negrón o el charrán patinegro. En las zonas más alejadas de la desembocadura, charcas poco profundas dan cobijo a garzas, patos y otros animales acuáticos. En primavera los cantos nupciales delatan durante la noche a las ranas y al amanecer a pequeños pájaros de colores pardos, que de otro modo pasarían desapercibidos.
Patrimonio cultural
Actualmente hay una población dispersa en pequeños núcleos, en los que se mezclan casonas, capillas románicas, quintanas y casas de indianos.
La influencia de la Ría en el poblamiento de este territorio queda patente por la situación de su capital, Villaviciosa, en la orilla interna de la ría, en el límite de la Reserva. Fue elegido este punto para la fundación de la villa por su situación estratégica para las comunicaciones terrestres y marítimas.
Dentro de la Reserva se encuentran varios núcleos de poca entidad, siendo Seloriu, con unos 600 habitantes, el mayor de ellos.
Existen vestigios de poblamiento en el entorno de la Ría desde épocas prehistóricas. Actualmente hay una población dispersa en pequeños núcleos, en los que se mezclan casonas, capillas románicas, quintanas y casas de indianos.
Las pequeñas explotaciones agropecuarias han sido el modo de vida tradicional de los habitantes de la Ría, y aún hoy la ganadería vacuna y los porreos definen el paisaje. A ellos hay que unir el marisqueo, actividad que se sigue realizando a la manera tradicional: a mano o con rastrillo.
La Ría fue además un importante puerto comercial en el periodo preindustrial, en cuyas márgenes se instalaron almacenes e industrias de distintos tipos, como caleros y astilleros, además de la famosa fábrica de sidra de El Gaitero, importante elemento del patrimonio industrial.
Su importancia económica en esta época preindustrial se confirma con la grandiosidad de los edificios de Villaviciosa, como la Casa de los Hevia y de los Valdés, así como varios ejemplos de arquitectura indiana.